miércoles, 18 de enero de 2012

¿En qué se parecen Bach y Cabrerizos?

¿Habéis oído hablar de las Variaciones Goldberg? Se trata de una obra musical del barroco que fue completada por Johann Sebastian Bach. En esta composición, se repite un tema único y constante sobre el que se superponen distintas melodías. El que se detenga a escucharlas podrá apreciar que todas ellas son diferentes, aunque compartan un mismo aire de familia.

Algo parecido ocurre con la liga de Cross de Cabrerizos. Todas las carreras se asemejan, incluso comparten recorridos, pero las melodías que se escuchan son diferentes en cada ocasión. Es más, ésta particularidad lejos de hacerlas repetitivas, las aporta valor añadido, las distingue de otras carreras y estoy convencido de que las enriquece. Aquí, al igual que en la música, no influye sólo la partitura, también lo hacen músicos, los instrumentos, el director, e incluso las condiciones acústicas del auditorio, de tal manera que una misma obra nunca suena de la misma forma. Es irrepetible. Por eso me encanta escuchar a Bach y por eso me gusta cada vez más la Liga de Cross de Cabrerizos. Es el primer año que participo, pero todas las carreras han transcurrido por los mismos caminos, aunque con distintos recorridos, unas veces hacia acá y otras hacia allá, en unas se sube lo que se baja en otras, un día no puedes ver más allá de 10 metros por la niebla y otro puedes disfrutar de un paisaje variado y unas vistas espléndidas, con barros hasta los tobillos en alguna ocasión y con el firme perfecto en otras. Y eso en cuanto a las condiciones externas, porque luego están las otras, las propias de cada uno, el estado físico, el cansancio, el ánimo, la compañía. En fin una serie de factores que hacen que cada carrera sea radicalmente distinta a la anterior, excepto en una cosa, el gustazo que te da terminarlas.

La del domingo 15 fue espléndida por varias razones: unas condiciones climáticas estupendas para correr, los caminos en magnífico estado, algo de humedad ambiental para que los acatarrados respirásemos mejor y lo mejor de todo, una compañía de lujo, de las que hacen afición. Ya me lo dijo Álvaro el día antes: mañana vamos contigo. Pensé que se referían a que vendrían conmigo en el coche, pero se estaba refiriendo a ir conmigo en la carrera. Sabía, aunque no se lo dije, que no serían capaces de aguantarme el ritmo. Bueno, en realidad Edu y Álvaro lo consiguieron hasta que el camino comenzó a empinarse hacia la mitad de la carrera, a partir de ese punto tan solo fue capaz de quedarse conmigo Jose Mari. Los otros dos gamberros se fueron en busca de Marta que iba 200 metros por delante y que es mejor compañía que yo. Así, como el que no quiere la cosa. Yo apretando los dientes en la cuesta arriba y ellos trotando alegremente hacia adelante, parándose a hacer fotos, saliéndose del circuito a mear, mirando hacia atrás. Qué tíos. Cómo disfrutaron de la carrera y cómo disfruté yo con ellos. Al grupo se unió en algún tramo un espontáneo de Albornos, con el que espero volver a coincidir en alguna otra ocasión. A partir del kilómetro 6 el objetivo era intentar recuperar esos 200 metros de ventaja, al menos así debió planteárselo mi fiel acompañante, que me llevó en palmitas abriéndome paso entre los corredores, siempre pendiente de que pudiera seguirle, acoplándose a mi ritmo y dándome impulso. Lo conseguimos en pleno escarpe, casi en el último kilómetro de la prueba, aunque se nos volvieron a ir unos metros en la tremenda cuesta de la iglesia. Qué barbaridad. Menos mal que es corta y sobre todo que es el final, porque te deja madurito. Pero bueno, todo cronometrado, sincronizado y en su punto: Marqué por mi reloj un ritmo de 5,02, lo que no está nada mal para mí(cronometrado), Edu, anda por debajo de los 4, Alvarito y Jose Mari en torno a 4,15, pero me da que lo que perdieron en tiempo lo ganaron en disfrute; tras cambiarnos la camiseta y estirar un poquito pudimos llegar al bar todavía un poco antes de que saliese la chanfaina (sincronizado), lo que nos obligó a hacer las libaciones previas con unos vinitos de ribera y unas patatas meneás, (también conocidas como machacás, machaconas, revolconas, rebullías y alguna otra denominación más que ahora no me viene a la cabeza) mientras esperábamos el plato de chanfaina, al que pillamos reciente, caldoso y humeante (en su punto). Riquísima. ¡Ponga otro vino, oiga! Qué delicia, ¿Eh, compañeros? Desde luego me atrevo a decir que la meta final de cualquier carrera, ruta, recorrido o caminata que se precie de serlo está en la barra de un bar para gozar también de la compañía y la charla amigable de aquellos con los que has compartido sudores un rato antes. ¡Cómo une esto! Podría decirse que la segregación de fluidos corporales es la argamasa que aglutina las relaciones humanas, con mayor o menor velocidad dependiendo de la naturaleza de la segregación, puesto que no salivamos siempre por las mismas cosas y no es lo mismo sudar en unas circunstancias que en otras, y eso por no hablar del resto de fluidos…, aunque creo que va a ser mejor dejar la reflexión en este punto, porque en teoría ésta es una crónica deportiva. Os espero a todos en la 5ª de Cabrerizos. Me voy a escuchar a Bach.

2 comentarios:

  1. Buena crónica, amigo Jose.
    ¡Y mejor compañía para disfrutar de una carrera por los caminos de Cabrerizos! ¡Y no te cuento lo buena que es con los codos pegados en la barra del bar!
    A seguir disfrutando, campeón, del antes, del durante y del después. Como tú bien dices, lo demás... es lo de menos.
    Sé feliz.

    ResponderEliminar
  2. Que grande eres Jose.

    ResponderEliminar