viernes, 23 de marzo de 2012

Media Maratón de León: Crónica con Estrambote


Para terminar algo, antes hay que empezarlo. Eso pasa con todo, incluso con las crónicas. Comenzar es la parte más costosa, la más dura, hasta el punto de que arrancar podría ser un 50 % del trabajo. El otro 50 %, terminarlo. Pues bien, otra media empezada, y afortunadamente terminada. De momento llevo cuatro y todas ellas en distintas capitales de Castilla y León: Segovia, la primera y la más emotiva, Valladolid la segunda, Salamanca hace quince días y León la última. Aquí os dejo mis impresiones. Mañana fría en León. Mejor dicho, muy fría, casi de pleno invierno. Lo peor, el aire helador que soplaba desde la montaña. El frío me incomoda, pero aún más lo hace el viento, que traspasa la camiseta sudada y te deja como un carámbano. Pero ya lo tengo claro, prefiero llevar puesto el cortavientos aunque me toque anudármelo a la cintura a mitad de carrera, antes que pillar un catarro. Cuando llegue el verano me quejaré del calor.

Frío también el cuerpo, puesto que no calenté previamente, hice unos ligeros estiramientos y decidí ir cogiendo el tono en vivo y en directo. Preferí pasar ese rato con Carmen. Total, estaba solo, una media se hace larga y no llevaba más pretensión que la de acabar entero. En realidad me inscribí por ver si podía volver a revivir las buenas sensaciones de Salamanca en la que me quedé con ganas de más y no era mala opción León teniendo en cuenta que ese fin de semana iba a estar en Benavente y que el lunes era festivo. Así podría darme el gustazo de unos vermúts de grifo en el Barrio Húmedo con mi amigo Javi Piñán y un botillo, si hacía al caso, para comer. Pensando en lo que iba a beber al terminar, me dieron ganas de mear casi nada más dar el pistoletazo de salida, por lo que fui entretenido viendo las posibilidades que tenía, sin alejarme mucho del circuito. Realmente, en plena ciudad no son muchas, a no ser que pilles un bar abierto. En estos pensamientos fui dejando atrás La Corredera, San Francisco, Santo Domingo, Ordoño, hasta llegar a la estatua de Guzmán el bueno, que con e brazo y el dedo índice extendidos parece decir: Si no te gusta León, por ahí se va a la estación. Pero es imposible que León no te enamore viendo la imponente fachada del Hospital de San Marcos, antiguo hospital para peregrinos y joya del plateresco español, con una decoración profusa plagada de arabescos y rematada toda ella por una crestería que evoca la del Patio de Escuelas de Salamanca. Pude ver su espectacular portada, que se corona con una peineta que bien hubiese merecido una contemplación más relajada. Otra vez será.

Ya en las orillas del Bernesga, en torno al kilómetro cinco salimos hacia una zona de campo abierto para alivio de mi vejiga y de mi soledad, puesto que nada más incorporarme a la carrera, una vez resuelto el apremiante trance, observé, a unos cien metros por delante, dos camisetas de Villoruela. Pues nada, a apretar el paso. Los pillé en la única cuesta del recorrido. Rápido nos presentamos y comenzamos a charlar. Hay una gran diferencia entre correr solo y hacerlo en
compañía. Desde el momento que me junté a Raúl y Jesús, la carrera se hizo amable a pesar del helador cierzo que soplaba desde las cumbres nevadas de la Cordillera cantábrica que se veían claras y cercanas desde algunos puntos del itinerario. Entre charlas y chascarrillos fueron pasando los kilómetros. Pasamos por delante de la acristalada fachada del MUSAC, que por sus vivos colores se me antoja una recreación moderna de las vidrieras de la catedral, cómo si el arquitecto se hubiese inspirado en ellas o hubiese querido rendirlas un homenaje en esta vistosa fachada. Nuestro camino nos llevó cerca de la Colegiata de San Isidoro, dónde se albergan algunos frescos románicos de gran belleza, entre otros, el calendario de los meses del año y los oficios asociados a cada uno de ellos. Yo utilicé el motivo correspondiente al mes de septiembre para ilustrar el post “Apología del vino”. Debió ser por aquí dónde veíamos al fondo la Casa Botines, de Gaudí, con ese aspecto de casade cuento flanqueada por cuatro torres de chapiteles cónicos y con el aspecto neogótico que quiso darle el arquitecto a esta joya del arte modernista, otra alusión casi segura al monumento más importante de la ciudad. El edificio Botines es fantástico, pero lo que de verdad te deja sin aliento es la aparición repentina, al revolver de una esquina, del cuerpo principal de la fachada de la espléndida catedral.


Encontrarse de frente con las hermosas arquivoltas de acceso a las naves, el gablete que remata la nave central y el enorme rosetón gótico, es un espectáculo impagable para la sensibilidad y para la vista. Según avanzas hacia ella vas completando su visión a medida que aparecen las torres laterales y entonces comprendes porqué es la más hermosa de las catedrales góticas españolas, la más armónica, la más pura, la más francesa. Es la Pulchra leonina que, ahora, tras la limpieza de su fachada, luce más pulcra que nunca y nos recuerda en su silueta a Reims, a Chartres, e incluso a la mismísima Notre Dame de París. Poco duró la artística visión, puesto que tras un breve callejeo por la zona gótica, salimos de la ciudad para dirigirnos hacia el campus universitario. Pude ver de refilón un cubo de la vieja muralla, ante la que murió atropellado por el camión de la basura el ilustre pellejero Genarín, cuando descargaba su vejiga contra el lienzo de la muralla. Y yo buscando campo abierto. Recordé que tengo pendiente la asistencia un viernes santo a la procesión que honra su memoria con orujo y letanías en verso. Otro motivo para volver.

De momento toca correr. Hemos cubierto los primeros diez kilómetros a un ritmo confortable de charla (5'27" por km) y toca apretar un poco el paso. No sé si la visión de la catedral me ha animado, pero me encuentro mucho mejor que cuando empecé hace casi una hora. He ido cogiendo calor y tengo fuerza. Jesús va más apurado y se queda en el avituallamiento. Yo aún no me acostumbro a beber en movimiento y siempre me toca parar si no quiero añusgarme, pero vuelvo a coger a Raúl y tiramos hacia adelante a un ritmo vivo pero regular y sostenido. Cubrimos los 11 últimos Km. en menos de cinco minutos de media. Se me hizo largo el último tramo, cuando con la puerta del estadio Hispánico a la vista tuvimos que dar una vuelta a la manzana para acceder al mismo. Entramos juntos, Villoruela y Peñaranda, cogidos de la mano y con el brazo en alto. A la emoción de acabar, se une la alegría de hacerlo en menos de 1,50, tiempo real, y mi mejor tiempo en una media y sobre todo a la sensación íntima de que aún tengo posibilidades de mejora. Ya se verá. Por lo pronto me quedo con la satisfacción de haber ido de menos a más y de cruzar la meta con fuerza en las piernas. Ahora, a disfrutar del momento. Carmen nos ha visto llegar y nos hace unas fotos. Al poco llega Jesús, nos felicitamos todos y posamos de nuevo junto a Zacarías y Jose, también de Villoruela, con la satisfacción de haber concluido otra media maratón. Hasta la próxima, paisanos.

Estrambote: Lo mejor, el caldo calentito que nos ofrecen al llegar y que me entona el cuerpo. Lo peor, la desesperante desorganización del ropero, que provocó atascos y esperas, la mía de media hora y sin trazas de avanzar, hasta que los más impacientes rompieron la barrera y pudimos entrar a recoger nuestros equipajes personalmente. En menos de dos minutos todos con la mochila a cuestas. Ducha fría, pero reconfortante, ropa seca....y a tomar unas cervezas con sus tapas. Hay que ver que rico sabe todo cuando tienes hambre..... Graniza en León, pero no importa, entre la carrera, el caldo, las cervezas, las tapas y un vinito, yo ya voy calentito.

martes, 13 de marzo de 2012

Emoción en Carmona: #EABE12


¿Cómo se pueden evaluar las emociones? ¿Los afectos también computan en la cuenta de resultados? ¿Por qué los abrazos, los besos, las risas y las canciones no aparecen como indicadores en las encuestas de satisfacción?
Me he venido del #eabe12 con la maleta llena de cariños, recuerdos, satisfacciones, ilusiones, risas, sonrisas, abrazos, amistades nuevas que presagian próximos reencuentros, reencuentros con antiguas amistades, y con el corazón alegre. He compartido, he trabajado, he aportado, he recibido, he desvirtualizado, he conocido, he hablado mucho, he escuchado más (Starpy dixit), he visto, he aprendido, he sentido las ausencias, he disfrutado las presencias. También he comido, he bebido, he bailado, he ayunado (no fue otra cosa la presunta cena del sábado) y he desayunado (menos mal), he cantado, incluso he bailado y espero que no haya testimonios gráficos que avalen este punto. También me he sentido escuchado, apreciado, halagado. He notado la preocupación de los organizadores para que nos sintiéramos a gusto. Ni sé las veces que el bueno de Jochimet me preguntó si estaba todo bien y he percibido el agradecimiento sincero de Lola Urbano por nuestra presencia. -Por cierto, habría que declarar a esta mujer Patrimonio de la Comunidad Educativa- . Cómo si la oyera, con ese gracejo natural que ella tiene: Ni patrimonio, ni matrimonio, ni leshes. Bueno Lola, era sólo una sugerencia…
Aunque solo fuera por los ratos inolvidables no puedo dejar de citar a Marcos Cadenato, al que ya me une algo más que nuestro gusto por Sabina y Serrat (respectivamente), a Fernando García Páez, siempre tan amable y cariñoso conmigo, a Gorka, cantor vasco-andaluz con voz de orfeón, a Fernando Trujillo y David Álvarez, por lo que presiento como un buen y duradero entendimiento, a Starpy, referente personal puesto que siempre indica el rumbo, como cualquier estrella que se precia y además ya amiga, a Lola Prieto, a la que siempre me alegro de ver, sincera y admirable, a Maru Domenech, con la sonrisa en la cara, llevando alegría allá dónde esté y siempre dispuesta a darme un abrazo, a Isabel Ruiz, que ya es como de la familia, a Puerto, con la que congenie muy bien, a Julio Hinojo, con el que compartí comida y chistes, a María José sin FA, también almeriense y simpática como pocas, a Ginés, Ciudadreal y a Maribel, entre otras cosas por enseñarme a preparar los molletes de Antequera, a mi tocayo Gamboa, que cuando pasan las 12 de la noche deja de pensar en códigos QR, a otro tocayo, el incansable José Luis Castillo, gran persona, y a otro más, José Luis Lozano, Anna Sorolla y Ainhoa Ezeiza, guapas, guapas y listas, listas, Antonio González que creo que hace unos brazos de gitano que te mueres, a la elegantísima María Barceló, reina del glamour y del salmorejo, según me confesó ella (habrá que catarlo), a Guillermo Cepeda, atentísimo, a Rosa, encantadora, a Juanma Díaz, a Manuel de Capileira, que me da que es la mejor persona que uno puede encontrarse en cualquier sitio en el que él esté presente con el permiso de Salvador (Salpegu) que no le va a la zaga al precedente, a Gregorio Toribio, al que me alegré enormemente de ver aunque no llevase las zapatillas para una carrerita por Carmona, a Juan Morata, siempre amigable y sonriente, a Agustín, que se destapó como un gran dibujante en el grupo 3, a Juan Sánchez Martos, el primero que desvirtualicé en el EABE, a César Poyatos, al que siempre le veo sonriente y amistoso, a José María Ruiz, con el que crucé dos palabras, pero me cayó de lujo por su sonrisa permanente, a Pepe Arjona, al que tengo que escuchar cantar en alguna otra ocasión, a Pepa Bermudo, a Engracia, por su sabiduría, su sinceridad y compromiso con la educación, a Miguel Torres, compañero de grupo con el que seguro que haré buenas migas, a Miguel Gil cara del proyecto Lova y desvirtualización imprescindible, a Antonio Sevilla, que al igual que el delantero del Alcoyano que tiraba los corners y salía a rematarlos, tiene el don de la ubicuidad, puesto que hace la foto de familia y aparece en ella, a la profe de las caretas, creo recordar que se llamaba Raquel y desde luego a sus alumnos por el trabajo que hicieron para nosotros, a Yola y a Carmen Devesa que tiñeron el encuentro de verde primavera, a Ana Rosaleda y sus poses de modelo consumada, a Loli Peralías a la que vi tan entregada que no quise ni molestar, a Rafa Castillo, a Andrea Giráldez, siempre discreta siendo una gurusa ella, a Jon Bustillo con el que me encuentro ya como en casa, al gran Manu Piel Roja con el que confío verme en temporada micológica, al sonriente Mappo, al cercano y detallista Eraser y a su hijo, que nos le presentó, a los chavales de la mesa de alumnos, que nos dieron una buena lección, a Antonio el camarero de la taberna irlandesa que acabó haciéndome descuentos en las cervezas , y procuró que me sirvieran un plato de garbanzos con espinacas cuando ya se habían llevado todo para adentro en la noche de la cena cuaresmal. A Anibal de la Torre, Chelucana, a Pily, a Félix, a Jordi Adell y Linda Castañeda…..También a El Fregonero, con el que me hubiese gustado departir un rato y a todos los demás cuyos nombres no recuerdo ahora, pero con los que coincidí en el bar, en la comida, en los descansos, en el servicio, en el vestíbulo, en los grupos, en las gimkanas, en la cena del viernes y en la no cena del sábado, en el baile. Al liberador anónimo de El puente de los asesinos, un libro que vino a mí por dos veces. La primera lo volví a dejar dónde estaba tras leer el primer capítulo, la segunda volví a tropezarme con él en otro lugar, él y yo solos y me pareció que me estaba buscando sabedor de que era el único libro de Pérez Reverte que me faltaba por leer. En fin a todos los citados, gracias y a los que se me olvidaron, mil perdones. Tendremos ocasiones de volvernos a ver, a hablar, a convivir, porque arrieros somos y (estoy seguro que) en el camino nos encontraremos. Y sea cual sea el lugar en el que esto ocurra, seguro que recordaremos orgullosos que estuvimos en el EABE12, haciendo visible lo invisible y compartiendo una forma común de pensar la educación, la pública, la nuestra, la de todos.

lunes, 12 de marzo de 2012

(re)Corriendo Carmona

Sábado 10 de marzo.

Amanece en Carmona. Si no me levanto ahora no tendré ocasión de correr unos kilómetros en todo el día. Ayer no hice nada y mañana lo tengo difícil y eso lo acabaré pagando en la media maratón de León del día 18. Arriba. Total, apenas he dormido (debieron ser las Coca Colas, porque por lo que sé, el ron adormece) y una hora más en la cama no me solucionará nada. A la calle. La mañana está fresquita, aunque se va bien en pantalón corto. Lo mejor es dejarme llevar sin rumbo ya que el pueblo es nuevo para mí. Carmona es una ciudad empedrada con adoquínes y cantos, por lo que lo mejor es tomárselo con calma, por las rodillas lo primero y por los tropezones lo segundo. Está situada encima de un alcor dominando una amplia y espaciosa campiña. Toda la ciudad estuvo amurallada, pero conserva sólo dos puertas y algún que otro paño anexo a las mismas. Cuando llegué a la llamada puerta de Córdoba, situada al este de la ciudad, los primeros rayos de sol penetraban en la ciudad a través de su arco de factura romana. Es uno de esos momentos mágicos que sólo tienes la dicha de contemplar muy de tarde en tarde. La luz parecía tener presencia física, como cuando la vemos dibujarse en el polvo de una habitación oscura en la que entra un solo foco. Me paré a disfrutar de tanta belleza y me arrepentí de no haber sacado mi pequeña máquina de fotos. Del otro lado de la puerta, tres fotógrafos, de los de trípode, grandes objetivos y enormes máquinas estaban aprovechando el momento de luz para captarlo en sus cámaras. Seguro que en alguna otra ocasión se vieron sorprendidos, al igual que yo, por la belleza efímera de las primeras luces del amanecer en la puerta de Córdoba. Poco a poco el día fue afianzándose. Llegué hasta el Alcazar del rey D. Pedro, que hoy acoge el Parador Nacional de Turismo. Entré en el patio de armas a través de un arco de herradura apuntado. Contemplé en lo que pude, los restos de torreones, almenas, foso, adarve, barbacana... hoy en ruinas, pero con aún una gran prestancia y con la capacidad seductora que envuelve a todas las ruinas históricas.
La luz del sol se reflejaba ya en las fachadas blancas de las casas y el azul puro del cielo prometía un hermoso día. Tuve ocasión de comprobarlo desde un pequeño mirador desde el que se divisaba la enorme vega. Todavía algún resto de bruma le confería el aspecto de un gran mar. Me vinieron a la cabeza los versos de Miguel Hernández en El romancillo de mayo “… y las mañanas son miel, de puro y puro doradas.” Se comprende que la ciudad se ubique en el sitio en el que está y que haya estado poblada desde el Neolítico, dada su privilegiada posición, sus fértiles campos y su fácil defensa. Eché de menos un río para que el enclave hubiese sido de libro.
Todavía me dio tiempo a trotar arriba y abajo por el trazado árabe de sus calles, a pasar por un mercado que se configura como una gran plaza cuadrada y porticada. La
s tiendas se disponen en las fachadas de debajo de los soportales. Hay incluso un par de bares. Me evocaba alguna fotografía de los zocos árabes puesto que al fondo se veía una torre esbelta que bien hubiera podido pasar por un alminar. Algunas tiendas estaban colocando ya su mercancía y los tenderos me miraban como queriendo decir ¿De dónde ha salido éste? Salí del mercado y me dirigí de nuevo hacia la puerta de Sevilla, de allí al Alcázar y vuelta a descender hacia una carretera antes de emprender la cuesta arriba que acabaría metiéndome otra vez en la ciudad. Di rápido con el hotel y me hubiese quedado otro rato más, pero he venido a otra cosa. He tardado una hora y he corrido en torno a los 10 kilómetros, pero he disfrutado como pocas veces y además se me ha pasado el sueño. Los más madrugadores comienzan a bajar a desayunar. ¡Qué hambre!


Domingo 11 de marzo

Ayer me quedé con ganas. Hoy es domingo y me tocaría tirada larga de dos horas, pero no quiero sobarme mucho porque tengo que conducir más de 500 kilómetros. Decido salir y correr durante una hora y darle un poco más de ritmo que ayer. Para eso he de buscar un camino. Enfilo una calle cuesta abajo, y justo como había imaginado, me acaba sacando del casco histórico. Veo una especie de polígono y hacia él me dirijo. Justo enfrente sale un camino de tierra, lo único que llevaré cuatro kilómetros y no he dejado de ir cuesta abajo. Me espera una vuelta un poco dura, máxime cuando ayer casi me marché a la cama tarde y a la canal. Vaya una cena que nos pusieron: la tortilla que había sobrado del desayuno, unos platitos de pescado rebozado para compartir (comí 3 trozos) y unos calamares fritos y fríos. De postre, espinacas con garbanzos, pero platillos contados. En fin. Menos mal que lo compensé con las cervezas, los vinos y los gintonic. O sea que combustible tengo. Vamos p’alante. Veo a un kilómetro o así un campo florecido y decido llegarme hasta allí por ver de qué se trata. Es una planta de unos doce centímetros de alto, con hojas agrupadas de 6 en 6, como la marihuana, que me recuerdan también a las plantas de la patata cuando están pequeñas. La flor de color ceniciento. No soy capaz de identificarla, o sea que vuelta para atrás. Ahora toca subir y me fuerzo un poco. Me da por pensar que parte del esfuerzo que haga en los entrenamientos me lo ahorraré el día de la carrera.

Lo cierto es que voy bien y casi sin darme cuenta estoy de nuevo a los pies
de la ciudad. Me llama la atención una torre, casi a las afueras de la ciudad, a la entrada en este caso, que se me antoja prima directa de La Giralda, incluso está rematada por una veleta, al igual que el famoso giraldillo de su pariente cercana, que lo es al menos en la distancia. La observo sin pararme y tiene una decoración muy profusa y un estilo decorativo muy próximo al arte almohade. Ya lo miraré. De momento a apretar los dientes y a subir el último tramo empedrado. Llegando al hotel me encuentro ya con compañeros del EABE que llevan las maletas al coche. Me despido. Una hora. Calculo que 11, 5 kilómetros, la mitad de buena subida. Estiramientos frente al hotel con la vega de fondo y un sol agradable. A por la ducha y el desayuno, que me lo he ganado. Se van a arrepentir estos del hotel de haberme dejado con hambre ayer a la hora de la cena.

miércoles, 7 de marzo de 2012

MM Salamanca. Una media muy completa


Llevamos semanas sin que caiga una gota de agua. La prensa dice que es uno de los inviernos más secos desde que se registran datos. Pues mira por dónde, las previsiones vaticinan lluvia en Salamanca durante 3 horas, entre las 10 y las 13 horas del domingo, justamente en el transcurso de la media maratón. Hay que jod…obarse. No me importa mucho mojarme en la carrera, si no es un chaparrón, claro, pero es un incordio. El suelo se vuelve peligroso y más aún en los trazados urbanos, cómo era el caso, los pies y las zapatillas terminan empapados, y sobre todo, la ropa pesa más, te roza, y te hace daño en las tetillas, que acaban doloridas ye incluso sangrantes. Por no hablar de que si al llegar a meta te tienen un ratito entretenido, como es previsible, el catarro está servido. Mucho musculito, mucha resistencia física, pero como veis, los corredores somos gente delicada.

Nos libramos del agua, aunque tuvimos un invitado con el que casi nadie contaba, el viento, que nos complicó las cosas en algunos tramos de la carrera, sobre todo al final, que es cuándo más duele, aunque imagino que hubo gente que ni lo notó. La dureza de las carreras tiene una parte importante de subjetividad. Me explico. Depende de cómo tengas el día. Si tienes fuerza no hay obstáculos, si vas tocado cualquier circunstancia adversa se convierte en un martirio. Personalmente no me pareció una carrera dura, incluso se me hizo corta. Digamos que el trazado es exigente en algunos tramos, pero bastante llevadero. La cuesta final subiendo desde La Aldehuela puede hacer daño si no has reservado fuerzas anteriormente. Creo que ahí estaba la clave para llegar más o menos entero a la meta: No tomarse uno las cuestas muy a pecho. Me gusta decir que hay que subirlas como un viejo para llegar arriba como un joven.

Disfruté de la carrera desde el primer momento y eso también es mérito de la excelente organización. No hubo que esperar en la recogida de dorsales, las instalaciones del pabellón eran excelentes, servicios impolutos, guardarropa rápido, cómodo y eficaz, salida por cajones muy bien señalados, trazado espectacular, como le corresponde a la ciudad, detalles inesperados cómo la exposición de automóviles antiguos a lo largo del recorrido, voluntarios amables, ciclistas de la organización atentos a cualquier incidencia, recogida rápida de la bolsa del corredor….en fin, una organización prácticamente perfecta. Como sugerencia, no como crítica, diría que sería interesante pactar con el Corte Inglés el uso de su aparcamiento y que los voluntarios de las bicis llevasen caramelos: En el transcurso del recorrido hubo dos personas que los solicitaban para compensar la bajada de glucosa.

En esta ocasión había quedado con Óscar, el afortunado marido de la mejor diseñadora gráfica de la región (por lo menos), que se enfrentaba por primera vez a esta distancia. Al grupo se incorporó, ya en la línea de salida, Juanflo, que también se estrenaba en las medias. Yo había llegado con Marta , que salió también con nosotros y a la que perdimos de vista antes de llegar a la calle Toro. Nos acabó sacando 10 minutos en la meta. Nosotros a nuestro aire y a tratar de acabar, que era el objetivo para ese día. Es importante no dejarse llevar por un ritmo demasiado alegre al principio de la carrera, ni tratar de seguir el paso de los que te preceden, ni dejarte presionar por los que vienen detrás, ni responder a los estímulos de la adrenalina que te incita a correr más deprisa, sumido en esa sensación de casi borrachera que uno lleva durante los primeros compases. Hay que tener en cuenta que 21 Km. son muchos y que las alegrías del comienzo pueden tornarse en sufrimiento al final. O sea que lo mejor, para nuestro propósito es sosegarse y coger un paso cómodo. Entre las presentaciones, la charla amena, la belleza del recorrido, la foto al paso por la Plaza mayor, cuando nos quisimos dar cuenta estábamos ya atravesando el puente romano. Delicioso este primer tramo. Subida a Vistahermosa. Allí pillamos a Vicente, el atleta que iba en la silla de ruedas , al que acompañamos durante un rato. Me dolían los brazos sólo de verle como empujaba la silla cuesta arriba, ¡menudo esfuerzo! Según íbamos hacia el Zurguén, los primeros ya volvían por el carril contrario. Me dio mucha alegría ver que Juan Bueno iba destacado en cabeza con otro corredor. ¡Cómo corre este muchacho! Pudimos ver y animar también a Chelís y Ángel que marchaban a un ritmo endiablado, a Edu y Adri veloces como Aquiles en los campos de Troya, a Manolo González, a Álex, a los hermanos Casas Viela…En fin, cómo dice mi amigo Lillo, “a todos esos que corren en otra liga”.

Nosotros, a lo nuestro, a que cayeran kilómetros sin cansarnos demasiado. Yo me encontraba fuerte, Óscar también aguantaba el ritmo en torno a los 5,30 y Juanflo comenzó a dar los primeros avisos de debilidad camino del segundo paso por puente romano. Me gustó entrar de nuevo en Salamanca por él y contemplar una vez más la fachada acristalada de la Casa Lis, o el verraco vettón contra el que el ciego golpeó la cabeza del todavía inocente Lazarillo de Tormes. Muy agradable me resultó el tramo que discurría a la orilla del río y además seme hizo muy corto. Llegando al kilómetro 15, Juanflo nos pidió que le dejásemos continuar a su ritmo y Óscar y yo aceleramos un poco y nos distanciamos. Desde aquí a la meta, fuimos todo el camino adelantando corredores, aunque hubo que bajar un poco el pistón para llegar juntos. Cómo me gusta llegar al kilómetro 20 con fuerza en las piernas y sentir que puedo seguir corriendo y subir la velocidad si me apetece. Esa sensación es la que me anima a seguir disfrutando de este deporte, pero también ver la alegría en la cara de Óscar al terminar la carrera, y el abrazo emocionado y la gente que aplaude y el alivio de parar… Recordé el año pasado en mi debut en la de Segovia cuando Pedrote me llevó en palmitas desde la salida hasta la meta y pensé en la cantidad de emociones que vives cuando logras superar este reto. Qué diferencia he experimentado en este último año, y que distintas las sensaciones físicas entre llegar con lo justo e ir sobrado. Al final, 1,55 y el convencimiento de que ha sido la carrera que más he disfrutado. Justo en la meta nos esperaban Carmen y Tatiana para recibirnos con un beso. Ese fue nuestro mejor premio. Realmente, no podemos aspirar a otro. Tras la carrera, me enteré por Álvaro de la lesión de Josemari, pero también de que Rony y Jose Paradinas habían concluido de forma magistral su primera media maratón. Me dio verdadera pena no poder quedarme a comer y haberle puesto al magnífico día un colofón a juego. Pero no pasa nada. Yo de momento me he apuntado a la de León con la intención de darme un homenaje a base de cecina, morcilla y si pudiera ser, un botillo para garantizar la recuperación del cuerpo y un buen vino de El Bierzo para la del espíritu. Dicho queda.