lunes, 12 de marzo de 2012

(re)Corriendo Carmona

Sábado 10 de marzo.

Amanece en Carmona. Si no me levanto ahora no tendré ocasión de correr unos kilómetros en todo el día. Ayer no hice nada y mañana lo tengo difícil y eso lo acabaré pagando en la media maratón de León del día 18. Arriba. Total, apenas he dormido (debieron ser las Coca Colas, porque por lo que sé, el ron adormece) y una hora más en la cama no me solucionará nada. A la calle. La mañana está fresquita, aunque se va bien en pantalón corto. Lo mejor es dejarme llevar sin rumbo ya que el pueblo es nuevo para mí. Carmona es una ciudad empedrada con adoquínes y cantos, por lo que lo mejor es tomárselo con calma, por las rodillas lo primero y por los tropezones lo segundo. Está situada encima de un alcor dominando una amplia y espaciosa campiña. Toda la ciudad estuvo amurallada, pero conserva sólo dos puertas y algún que otro paño anexo a las mismas. Cuando llegué a la llamada puerta de Córdoba, situada al este de la ciudad, los primeros rayos de sol penetraban en la ciudad a través de su arco de factura romana. Es uno de esos momentos mágicos que sólo tienes la dicha de contemplar muy de tarde en tarde. La luz parecía tener presencia física, como cuando la vemos dibujarse en el polvo de una habitación oscura en la que entra un solo foco. Me paré a disfrutar de tanta belleza y me arrepentí de no haber sacado mi pequeña máquina de fotos. Del otro lado de la puerta, tres fotógrafos, de los de trípode, grandes objetivos y enormes máquinas estaban aprovechando el momento de luz para captarlo en sus cámaras. Seguro que en alguna otra ocasión se vieron sorprendidos, al igual que yo, por la belleza efímera de las primeras luces del amanecer en la puerta de Córdoba. Poco a poco el día fue afianzándose. Llegué hasta el Alcazar del rey D. Pedro, que hoy acoge el Parador Nacional de Turismo. Entré en el patio de armas a través de un arco de herradura apuntado. Contemplé en lo que pude, los restos de torreones, almenas, foso, adarve, barbacana... hoy en ruinas, pero con aún una gran prestancia y con la capacidad seductora que envuelve a todas las ruinas históricas.
La luz del sol se reflejaba ya en las fachadas blancas de las casas y el azul puro del cielo prometía un hermoso día. Tuve ocasión de comprobarlo desde un pequeño mirador desde el que se divisaba la enorme vega. Todavía algún resto de bruma le confería el aspecto de un gran mar. Me vinieron a la cabeza los versos de Miguel Hernández en El romancillo de mayo “… y las mañanas son miel, de puro y puro doradas.” Se comprende que la ciudad se ubique en el sitio en el que está y que haya estado poblada desde el Neolítico, dada su privilegiada posición, sus fértiles campos y su fácil defensa. Eché de menos un río para que el enclave hubiese sido de libro.
Todavía me dio tiempo a trotar arriba y abajo por el trazado árabe de sus calles, a pasar por un mercado que se configura como una gran plaza cuadrada y porticada. La
s tiendas se disponen en las fachadas de debajo de los soportales. Hay incluso un par de bares. Me evocaba alguna fotografía de los zocos árabes puesto que al fondo se veía una torre esbelta que bien hubiera podido pasar por un alminar. Algunas tiendas estaban colocando ya su mercancía y los tenderos me miraban como queriendo decir ¿De dónde ha salido éste? Salí del mercado y me dirigí de nuevo hacia la puerta de Sevilla, de allí al Alcázar y vuelta a descender hacia una carretera antes de emprender la cuesta arriba que acabaría metiéndome otra vez en la ciudad. Di rápido con el hotel y me hubiese quedado otro rato más, pero he venido a otra cosa. He tardado una hora y he corrido en torno a los 10 kilómetros, pero he disfrutado como pocas veces y además se me ha pasado el sueño. Los más madrugadores comienzan a bajar a desayunar. ¡Qué hambre!


Domingo 11 de marzo

Ayer me quedé con ganas. Hoy es domingo y me tocaría tirada larga de dos horas, pero no quiero sobarme mucho porque tengo que conducir más de 500 kilómetros. Decido salir y correr durante una hora y darle un poco más de ritmo que ayer. Para eso he de buscar un camino. Enfilo una calle cuesta abajo, y justo como había imaginado, me acaba sacando del casco histórico. Veo una especie de polígono y hacia él me dirijo. Justo enfrente sale un camino de tierra, lo único que llevaré cuatro kilómetros y no he dejado de ir cuesta abajo. Me espera una vuelta un poco dura, máxime cuando ayer casi me marché a la cama tarde y a la canal. Vaya una cena que nos pusieron: la tortilla que había sobrado del desayuno, unos platitos de pescado rebozado para compartir (comí 3 trozos) y unos calamares fritos y fríos. De postre, espinacas con garbanzos, pero platillos contados. En fin. Menos mal que lo compensé con las cervezas, los vinos y los gintonic. O sea que combustible tengo. Vamos p’alante. Veo a un kilómetro o así un campo florecido y decido llegarme hasta allí por ver de qué se trata. Es una planta de unos doce centímetros de alto, con hojas agrupadas de 6 en 6, como la marihuana, que me recuerdan también a las plantas de la patata cuando están pequeñas. La flor de color ceniciento. No soy capaz de identificarla, o sea que vuelta para atrás. Ahora toca subir y me fuerzo un poco. Me da por pensar que parte del esfuerzo que haga en los entrenamientos me lo ahorraré el día de la carrera.

Lo cierto es que voy bien y casi sin darme cuenta estoy de nuevo a los pies
de la ciudad. Me llama la atención una torre, casi a las afueras de la ciudad, a la entrada en este caso, que se me antoja prima directa de La Giralda, incluso está rematada por una veleta, al igual que el famoso giraldillo de su pariente cercana, que lo es al menos en la distancia. La observo sin pararme y tiene una decoración muy profusa y un estilo decorativo muy próximo al arte almohade. Ya lo miraré. De momento a apretar los dientes y a subir el último tramo empedrado. Llegando al hotel me encuentro ya con compañeros del EABE que llevan las maletas al coche. Me despido. Una hora. Calculo que 11, 5 kilómetros, la mitad de buena subida. Estiramientos frente al hotel con la vega de fondo y un sol agradable. A por la ducha y el desayuno, que me lo he ganado. Se van a arrepentir estos del hotel de haberme dejado con hambre ayer a la hora de la cena.

1 comentario:

  1. Que tío, te vas a recorrer media España y parte del extranjero. Pronto recibiremos tus "Andanzas y Correrías" desde Portugal, por cercanía, o desde cualquier país donde se celebre una carrera. Bueno, los beneficiados vamos a ser nosotros, ya que disfrutaremos de tus entradas en este blog, donde nos describes con tanto detalle ( arte, historia, cambios o regates en tu prosa...) los lugares, que yo, dicho de otro modo: he estado en Carmona el día diez y el día once. Un abrazo.

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