martes, 24 de abril de 2012

Crónica medinense


Aire, mucho aire durante largos tramos de la prueba que transcurría por un circuito urbano al que había que dar tres vueltas. Tomé la salida junto a Pardi, Luismi, Rober y Redondo, peñarandinos todos. Manolo y Ángel, los figuras del grupo, se colocaron en las primeras posiciones cabeza, que para eso van a otros objetivos. En la marabunta inicial perdí rápido de vista  a los compañeros  y casi en los primeros metros, en la calle Padilla, me uní a Ricardo un simpático y dicharachero corredor local de 
 63 años con el que compartí buena parte de la carrera. Rápido congeniamos, nos presentamos y comenzamos a hablar. Un ritmo de 5,10 en los primeros kilómetros nos parecía adecuado. Es importante no dejarse llevar por las ganas y refrenarse al principio. Tanto Ricardo como yo compartíamos ese pensamiento. Tras los primeros 5 ó 6 Km. el cuerpo se calienta y sin darte cuenta comienzas a rodar más deprisa. Dejé a Ricardo y a Redondo que se marchasen unos metros por delante pues me parecía aún muy pronto para incrementar el ritmo. En alguna zona pude ver como a un minuto por delante a Rober y a Pardi, pero aquí cada uno tiene que ir a lo suyo y buscar compañía en corredores que van a la misma marcha. Me uní a un simpático grupo de jóvenes de Tordesillas, que escoltaban entre risas y bromas a una chica guapa y morena y participé de sus chistes durante 6 kilómetros más o menos. Me resultó muy divertida esta parte del recorrido a pesar del fuerte viento que nos frenaba y nos iba poco a poco limando las fuerzas. Dos de ellos decidieron incrementar el ritmo a 5’ y me fui a su encuentro. Pude alcanzar de nuevo a Ricardo (Caito) y me uní de nuevo a la animosa conversación de este medinense al que conocían hasta los gatos. Todo el mundo le daba ánimos por su nombre y a todo el mundo saludaba. Un personaje popular, sin duda. Me hizo gracia el que debía ser su carnicero, que le espetó a voces: ¡Vaya vergüenza Caito. No te vuelvo a vender un filete como no cojas a esos de ahí delante. Y ni se te ocurra decir que me conoces!  El aire nos seguía castigando duramente cada vez que salíamos a zonas más abiertas. Decidí no mirar el reloj y seguir a un ritmo cómodo con mi compañero de fatigas.  Al tran tran, dejamos atrás a Redondo, nos encontramos a Pardi andando a la altura del primer paso por el estadio. Dijo que no seguía más. Echamos mano a Rober al que el fuerte viento le estaba pasando factura.  Igual que a todos. Me hubiese gustado acelerar un poco y correr unos kilómetros por debajo de los 5’, pero dadas las circunstancias, no era mala cosa poder mantener el ritmo.  En torno al Km.18, mi sociable compañero se quedó hablando con un grupito de paisanos al que acabábamos de pasar y me dijo que iba a bajar un poco el pistón. Lo cierto es que desde la mitad de la carrera no paramos de adelantar corredores que iban notando en el cuerpo el paso de los kilómetros, el azote del aire, las cuestas del circuito y las excesivas alegrías de la primera vuelta.  Yo también comenzaba a notar la fatiga en las piernas, y agradecí mucho a Fernando, un compañero del club que correría al día siguiente la Maratón de Madrid, sus gritos de ánimo en el último kilómetro.  Me gustó entrar en el estadio y ver la meta a 200 metros. Pude parar el crono en 1, 48’ 31”, lo que supone un ritmo medio de 5,09 y rebajar un minuto la marca de León, lo que no estuvo nada mal para una carrera que se hizo bastante más dura que lo parecía sobre el papel.

Cuando estaba quitándome el chip llegó el amigo Caito, nos dimos un abrazo y nos emplazamos para la próxima, aunque me hizo saber que él solo corre en su pueblo.  Al poco de llegar me enteré que Luismi había hecho un carrerón, al igual que el gran Manolo González, segundo en su categoría, a pesar de correr con el glúteo tocado y que Ángel había tenido que abandonar en el kilómetro 15.  El momento emotivo de la jornada fue la llegada de Loli, que terminaba su primera media, casi exhausta, pero con una cara de satisfacción y una alegría que compensaba todo el sufrimiento.
El circuito, más ondulado de lo que me había imaginado y  feo, puesto que transcurría durante muchos kilómetros por polígonos industriales y zonas periféricas. El fantástico castillo de la Mota, monumento emblemático de la ciudad,  sólo se veía a lo lejos  desde un pequeño tramo del recorrido, justo antes de acceder al estadio  y para eso, únicamente la parte superior de la torre del homenaje, que con sus 40 metros de altura es la más alta de toda Castilla. Desde aquella distancia no puedes ni siquiera adivinar su elegante silueta de ladrillo mudéjar. En monumentalidad, nos tuvimos que conformar con la salida y las dos pasadas por la espléndida plaza de esta villa, a la que accedíamos a través de la Casa de los Arcos  y en la que entraría sobrado un estadio de fútbol.  Me he tomado la molestia de medirla en el SIGPAC y ocupa una superficie de 1,2 hectáreas. He pasado en ella muchas mañanas de domingo, acompañando a mi padre a “hacer el mercado”, que en su oficio de comerciar con cereales y alfalfa, consistía básicamente en reunirse en la plaza con agricultores, corredores y tratantes de la zona, para intentar comprar buen género al mejor precio posible. La charla era el instrumento de trabajo, y la palabra dada el único contrato.  Los corros se formaban bajo los soportales, preferentemente. O en los bares de la plaza, el Mónaco, al que siempre escuché pronunciar sin acento, o el Gloria, en los que se cerraban muchos tratos con un vaso de verdejo, o con un rancio de Nava del Rey, no en vano Medina es cabecera administrativa de una tierra de grandes vinos, Rueda, La Seca, Serrada…. Mientras esperaba el pistoletazo de salida, evocaba aquellos momentos y recordaba con cariño a mi padre, fallecido  justamente hace tres años.
Recuerdo de aquella época un monumento en la plaza dedicado a la letra de cambio y que ha desaparecido tras la remodelación de este espacio, que fue escenario de las más potentes ferias europeas del tardomedievo, ya que desde aquí se comerciaba toda la lana castellana que abastecía la pujante industria textil de Flandes, desde dónde volvía a España manufacturada en forma de brocados, paños y finas sábanas de Holanda. Desde aquí tenía su centro de operaciones Simón Ruiz, comerciante que acabó siendo prestamista de la corona y personaje de gran influencia económica y financiera en el siglo XVI. Y es que Medina se encuentra enclavada en un territorio que un día fue el centro neurálgico de la corona de Castilla, que dominaba medio mundo, pero que mantenía en la miseria a las gentes de estas tierras.
Nada más salir de la plaza, el recorrido atraviesa la calle Padilla, que lleva el nombre de uno de los comuneros que perdieron la cabeza en Villalar, allá por el año 1521, y que viene al caso porque en el momento de escribir ésta crónica (23 de abril) estamos conmemorando su 491 aniversario. Fue Medina, a la sazón, una ciudad comunera que negó las piezas de artillería a Ronquillo, un imperial que había puesto sitio a Segovia. Ronquillo en venganza, incendia la ciudad. Estamos en 1520 y me resulta agradable trotar por esta calle, que hoy es la más importante de Medina.  Al paso por la calle de Padilla giré la cabeza para tratar de atisbar si aún continúa abierto el bar Geli, en una calle lateral, en el que se comían, o se comen  unos deliciosos pescuezos de pollo fritos y un poco picantes, que no quería dejar de volver a probar en caso de tener ocasión. De momento, a correr y a guardar fuerzas que la carrera es larga y da tiempo a todo: a sentirse bien, a encontrarse mal, a venirse abajo, a hablar, a reír y a sufrir. La buena organización nos facilitó mucho la vida en los puntos de avituallamiento, en los que no faltaban esponjas para enjugar el sudor, agua para refrescarte y deliciosas rodajas de limón y de naranja que mi boca reseca agradeció infinito. Es la primera vez que veo este detalle en una carrera y la primera vez también que llego al agua caliente de las duchas. Sólo por eso merece la pena volver. Bueno, y por saber si el carnicero le ha seguido vendiendo los filetes a Caito.  

21 de abril de 2012
Dorsal : 416
Posición 35 de mi categoría
1,48’31” Tiempo Real. 
Ritmo: 5’ 09”