martes, 14 de agosto de 2012

Sanrocada con repostaje


Durante este verano estoy pudiendo comprobar que la esencia de las carreras populares se mantiene viva en los pueblos pequeños, mientras que en las ciudades grandes se pierde poco a poco ese carácter para abrir paso al negocio.  Es indudable que correr está de moda, pero mientras unos trabajan por potenciar este deporte e intentan fomentarlo de forma desinteresada, hay quienes sólo ven en él una posibilidad de ganar unos cuartos a costa de los corredores. A lo mejor no es cierto lo que digo, pero así lo percibo, sobre todo después de ver la fantástica organización, el espíritu festivo y el magnífico ambiente que pudimos vivir y disfrutar los que tuvimos la suerte de estar el sábado en Macotera corriendo la Sanrocada 2012. Se notan los sitios en los que el corredor es lo primero, al igual que se notan los sitios en los que lo primero es la cuota de inscripción. Luego volveré sobre este asunto. 



Nada más llegar a Macotera, se podía apreciar el ambiente festivo y colorista. En cuanto vi a Ángel Fachenda subido en el estrado con la guitarra, me entraron ganas de ir a buscar unos cuartillos de vino y dejar la carrera para mejor ocasión, pero fui capaz de contenerme, al fin y al cabo tenía que recoger varios dorsales y no era cuestión de hacer la puñeta a aquellos que me lo habían encargado ni de privar al respetable de la actuación musical del polifacético Fachenda, al que me sorprendió ver tocando una guitarra en lugar de la dulzaina. O le faltaba fuelle, o le faltaba combustible.  


La recepción estupenda, todo en orden, todo en su sitio, la entrega de dorsales rápida y organizada. El bullicio en la calle, creciente, las ganas de correr, menguantes.  Ya podréis ver que mi tendencia hubiera sido quedarme a entonar unas jotas con Fachenda, pero he venido a participar y eso voy a hacer.  Saludo a los amigos y conocidos que por allí se encuentran. Al fin y al cabo, Macotera es estar en casa. Por aquí andan Juan y Tere, Miguel Alejo, Isabel Leonides, que quier ver correr a su Vitillo, Roumal, Blas y familia, que vienen acompañando a los hermanos Casas,  compañeros del club, - o de los clubes, que el pertenecer a dos te suma amistades - como Ángel, Fernando, Alex, Vitillo, y aficionados a ésta locura de correr por gusto, que acabamos coincidiendo ya en casi todas las convocatorias de la comarca. Quiero hacer una mención a Floren, que tuvo una caída y no pudo terminar. Recupérate pronto Floren que quiero adelantarte en la próxima.
El planteamiento que llevo para esta carrera es el de siempre: participar, contribuir, disfrutar y llegar a meta intacto y a poder ser antes que la bici escoba. Con esta estrategia, compartida también por mi amigo Pepe el canario,  no queda más remedio que colocarse al final del todo y salir cuando haya pasado todo el mundo, por aquello de no encontrar aglomeraciones, pero lo primero, a bailar la charrada de San Roque.

 

Originalidad hasta en la salida. Es lo que tiene Macotera. Me gusta lo de sustituir el pistoletazo de salida por una jota y cambiar el golpe seco de un disparo por una cuenta atrás coreada por todos los participantes.  A ello. Tres vueltas por un circuito urbano de tres kilómetros. La zona de salida repleta de gente que anima y aplaude, de bullicio, de música, de algarabía. Casi en la primera curva veo a mis queridos Antonio y Eloy, Gavilán o Cabaña, según apodo paterno o materno, que se ponen tan contentos de verme como yo de verlos a ellos.

 

En la misma calle nos jalea también el gran Edu de la Peña, compañero del club y amigo ya de correrías. Es una gran satisfacción que los gritos de ánimo te lleguen nominales y personalizados. Otra razón más para sentir la Sanrocada como algo propio y cercano. Al pasar por la panadería veo a Alfonso el panadero y a su hermana y les digo que saquen algo de avituallamiento, que ya saben lo que me gusta.  A la siguiente pasada tengo a Alfonso con un chupito de aguardiente de higos que me paro a degustar de buena gana. Total, Pepe ya hace tiempo que se me ha escapado y debe ir casi un minuto por delante y mi educación no me permite rechazar una invitación hecha con todo el agrado.  Riquísimo el aguardiente e inédita la experiencia, puesto que no creo que haya habido muchos corredores que hayan parado a mitad de la carrera a echarse al coleto unos tragos de aguardiente para continuar corriendo, si no con mejores piernas, al menos con renovados bríos.
Se agradece el agua que te ofrecen algunos peñistas y el que pone la organización de la carrera a mitad del circuito, sobre todo tras el aguardiente,  o el aspersor de un vecino que permite un agradable refresco en el cuerpo sin dejar de correr. 

También la música espontánea, los aplausos constantes de los macoteranos, los gritos, los saludos de los chiquillos que ponen la palma de la mano para chocar, en fin, que  aquí también se aprecia la esencia de un pueblo, que es capaz de volcarse con cada cosa que se hace y en este caso con una carrera que mejora año tras año gracias a la labor de las personas que conforman el club de atletismo, abanderados por los hermanos Bueno, que son capaces de movilizar a instituciones, empresas y vecinos. Menudo detallazo el de la bebida isotónica recién preparada y fresquita, o el del melón para cada corredor que entraba en meta, o la fantástica bolsa del corredor, con su fruta, su bebida isotónica, su empanada para merendar, su kilo de garbanzos, su revista y una braga para el cuello con los colores y el logo del Club  de Atletismo Macotera. Eso sin hablar de la gran cantidad de premios que se repartieron, de los suculentos jamones, lomos y morcillas que se rifaron, o de la bien surtida mesa que se dispuso en el pabellón para agasajo de atletas y acompañantes. Y lo más asombroso, sin coste alguno para el corredor y resalto este hecho para engrandecer todavía más la gran labor que hace este club a favor del atletismo popular y la implicación de cada uno de sus miembros en conseguir que la Sanrocada se esté convirtiendo en un referente de organización en la comunidad castellano-leonesa y desde luego en una cita ineludible para aquellos que como yo, practicamos este deporte por puro gusto y por el disfrute de compartir con los amigos jornadas tan agradables como ésta, que desde luego, es de las que crean afición y además dejan en evidencia a otras que cobrando una pasta no ofrecen al corredor ni una pequeña parte de lo que se recibe en ésta. Y no me refiero solamente a lo material. 


Para darle también a esta crónica su matiz deportivo, diré que mi tiempo de este año fue ligeramente inferior a los 43 minutos, a 4’46” el kilómetro, mejorando algo más de dos minutos respecto al del año pasado, efecto indudable del elixir de higo de Alfonso el panadero, aunque el que se salió fue Pepe que marcó 52’49”, pero dando cuatro vueltas al circuito y parando en la tercera a coger la bolsa. Cualquiera diría que el año pasado llegamos juntos. 




Sin embargo se perdió la parte buena que fue la de compartir cervezas y bocadillos de lomo, morcilla y panceta en el bar de la piscina junto a Edu, Pardi, Álvaro Rony, Adri y Fátima, Jose Mari y Almudena y Carmen y yo.  

 

 ¿Puede haber mejor colofón para una jornada deportiva y mejor argamasa para las relaciones personales? Posiblemente, pero no se alejarán mucho de esta línea, o sea que Viva San Roque y el perro y que llegue pronto la próxima carrera. Hip.

2 comentarios:

  1. Aunque no estuve en la carrera, muy a mi pesar, permíteme suscribir tus magníficas palabras y hacerlas casi mías, amigo Jose. Con tu permiso voy a proceder a publicitar tu post entre los compañeros del Club Atletismo Macotera, artífices de esta carrera popular tan estupenda, ¡y gratuita!
    ¡¡Qué grandes momentos los que describes!! ¡¡Viva el deporte popular, viva la San Rocada y viva San Roque!!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus palabras. Contribuyes al engrandecimiento de esta joven pero ya popular, popular San Rocada.

    ResponderEliminar