Si la dureza de una carrera se midiese por el estado en el
que te levantas al día siguiente, podría decirse que la de ayer fue
excepcionalmente dura, puesto que no podía salir de la cama esta mañana y
cuando por fin lo conseguí tuve que incorporarme ayudándome de la mesilla y
bajar las escaleras agarrado a la barandilla y dolorido por todo el
cuerpo. No fue chica la soba que nos
dimos, pero por el contrario, con la satisfacción de haber concluido
honrosamente una carrera realmente exigente. Cansado pero feliz y estoy seguro
que esas mismas sensaciones son compartidas por mis dos compañeros, que en
breve vais a conocer.
Ya que en la anterior crónica salió a relucir Perico, he de
decir que ayer volví a sentirme como el segoviano. Recuerdo algunas etapas del
tour del 90 en las que un imparable Induráin, sobrado de fuerzas, sacrificaba
su posición en la clasificación al servicio de su jefe de filas, al que iba
marcando el ritmo y llevándole hasta la cima. Así me ocurrió con el gran
Josemari, también conocido por Zubiri, que no me abandonó ni un momento de la
carrera, siempre pendiente, acoplándose a mi ritmo, dándome ánimos y
olvidándose de tiempos y de marcas personales. Desde luego, yo no soy Perico,
pero Josemari es tan grande como persona como Induráin lo fue como ciclista.
Fuimos tres los peñarandinos que decidimos pasar la tarde
del sábado en Nava de Béjar subiendo Los Hermanitos. El tercero, aún no
mencionado era ni más ni menos que Juan Antonio, Pardi para los que somos de su
pueblo. Tuvieron a bien acompañarnos Almudena y Carmen, para darnos ánimos antes,
jalearnos durante y felicitarnos después.
En esta ocasión estuvimos atentos a la hora de salida para que no nos
ocurriera como en Linares.
La carrera transcurre durante sus primeros kilómetros por un
terreno favorable, salpicado de encinas y fresnos y con gran cantidad de prados en los que
pasta ganado vacuno, base de la economía de esta zona salmantina. Se agradecen
los tramos de sombra, porque hay una temperatura que ronda los 30º. El peligro
de comenzar cuesta abajo reside en que si no eres capaz de contenerte, coges un
ritmo vivo que puede pasarte factura a medida que pasen los kilómetros. Hicimos
los 3 primeros kilómetros en 15 minutos, un pelín rápido para mi gusto, pero
apenas sin sentir y amenizados por la incansable locuacidad de Pardi que no
paraba de contar chascarrillos. Nos juntamos con otros corredores que marchaban
a nuestro ritmo, puesto que el camino selecciona a gente de igual condición
física. Los que te encuentras en el kilómetro 5 van a ser los mismos que
lleguen contigo a la meta. Pardi entabló conversación con uno de ellos y
decidió acoplarse con él a un ritmo más lento. En este punto se acaba el
terreno rompepiernas, de sube y baja y comienza la verdadera ascensión, cuatro
kilómetros de subida ininterrumpida con unas rampas del 30º. El truco va a
estar en dosificarse. La primera cuesta es por asfalto y se hace dura, pero
cuando veo la que sube por la falda de la montaña comienzan a temblarme hasta
las pestañas. Algunos atletas han decidido pararse y subir andando.
-Paso corto, me dice
Jose Mari.
-Cómo para alargar
zancada está esto, pienso.
Las piernas se ponen duras y parecen de palo. Me oigo el
corazón en cada latido y la respiración trabajosa. Arriba, arriba. No me atrevo
ni a mirar el final de la cuesta por no desfallecer. Subir no es sólo esfuerzo
físico, requiere también de una gran fuerza mental para no desistir en el
intento, al menos eso me parece. A medida que ascendemos, partimos de 1000
metros en la cota más baja y llegamos a los 1250, se pueden apreciar los
hermosos paisajes de la sierra de Béjar, en los que aflora el antiguo zócalo
paleozoico, de los que esta montaña que subimos es una buena muestra. Desde
algún punto se aprecian también los crestones graníticos de Gredos. De frente, La Covatilla, en la que se barruntan los
trazados de las pistas de esquí. Pienso
en la nieve y en el frío. Me molesta la botella de agua que cogí en el último
avituallamiento o sea que me la vuelco por encima por el alivio de sentir algo
de fresco, aunque voy literalmente chorreando sudor. Curva y otra rampa. Esta es peor que la
anterior. Una chica que va por delante ha decidido pararse. Su marido la anima:
Mari, vamos Mari, eres una campeona,
vamos que no queda nada. Vas la tercera. Tira que yo friego toda la semana.
Pero Mari ha decidido que la subida no la deje fundida y continúa la ascensión
andando. A mí no me quedan fuerzas ni para reírme. Me llega el olor a tomillo. Allí
arriba, a unos 500 metros aún, se ve la ambulancia. Vamos, vamos. Qué paisaje más bonito, dice JoseMari.
Para paisajes voy yo. Por fin. No podía más.
Ahora lo comprendo, la ambulancia ha llegado hasta aquí, porque de este punto hasta arriba es intransitable para ella. El que era camino infernal, pero camino, se convierte ahora en una trocha para cabras intransitable para vehículos, y si me apuras para personas. Quieren acabar con nosotros. Uuufff, todavía más subida. Y que pared. Si te inclinas un poco casi tocas el suelo con las manos. No quiero ni mirar, ni pensar, solo subir, subir, subir, como sea, despacio, andando si fuera necesario, pero sin parar. Si paro no habrá quien me arranque. El terreno ahora se vuelve pedregoso. Hay que ascender por un canchal. Esto es escalada. Ahora saltar una pared de piedra…y tras ella, el montoncito de guijarros que anuncia el punto más alto. Ahora sí. Lo más duro está hecho, pero quedan aún 4 kilómetros. A Pardi ni le vemos.
Agua y a recuperar. Ahora si puedo levantar la cabeza y
contemplar esos pueblos de la sierra que tantas veces frecuenté con mi padre
llevando cebada y alfalfa. Creo que el Avia verde de mi padre, Isaac, al que
aún recuerdan con cariño por estos pueblos, se mimetizaba perfectamente con estos paisajes
a base de recorrerlos a diario: Sorihuela, Ledrada, Valdelacasa, Valverde, La
Cabeza, Sanchotello, Los Santos,
Valdefuentes, Cristóbal….y al fondo Guijuelo y más allá, las aguas
azules del embalse de Santa Teresa. Impresionante.
El cambio de ritmo en la bajada te agarrota las piernas. Son
rampas tan pronunciadas que el peligro es resbalar y no parar hasta abajo. En
éstas estamos cuando adelantamos a un corredor calzado con unas chanclas. Las
lleva sujetas al pie, pero se componen de una suela y unas tiras. Lleva los
pies negros de polvo, pero lo asombroso es que haya podido llegar hasta aquí.
No quiero ni pensar lo que le espera en la bajada. Frena,
frena. Cuidado ahí que resbala…. En plena bajada estamos, cuando Pardi nos
pasa como una exhalación. Cualquiera le sigue. Entramos en las calles del
pueblo. La cosa se vuelve a empinar y cualquier cuesta a estas alturas es el
Tourmalet. Se ve la plaza…, se barrunta la meta, pero…sólo nos la enseñan, otra
vuelta, a subir a la iglesia, nos salimos del pueblo, ¿Quién ha sido el
cabr…ito que ha trazado el circuito? Esto ya es de vacile. Vamos a la parte
baja de Nava de Béjar y desde allí, en subida, no podía ser de otra manera,
hasta la meta. Interminable este paseo por las calles del pueblo, aunque, eso
sí, con mucha gente animando, gritando, aplaudiendo. Antes de llegar a la meta ya oigo mi nombre por la megafonía.
Es Juan Pablo, el amigo que me ha metido en este lío y que es el speaker de la
prueba y que nos dedica un recibimiento personalizado. Hemos llegado. 70 minutos, 26 segundos. No
está nada mal para 13 kilómetros de los cuales cuatro han sido brutales. Eso sí, la llegada es fantástica: mesas con
hornazos, tortillas, empanadas, jamón, chorizo, salchichón y unos grandes
barreñones con sandía y melón. Agua, limonada, bebida isotónica, cerveza y
sangría a discreción. De hecho, parece
que nadie tiene intención de ir hacia la ducha, a pesar de que la anuncian por
megafonía. Nosotros si lo hacemos, pero cuando acabamos de merendar. Tras el
chapuzón de agua fría y ya reconfortados por fuera y por dentro, regresamos a la
plaza, dónde aún podemos seguir tomando cerveza. Un personaje vestido de
serrano, con las alforjas al hombro y el blusón negro de tratante nos ofrece un
porrón con vino de misa. Riquísimo. Para hacerse sacristán. Juan Pablo está pendiente de nosotros y hospitalario como es, nos ofrece, junto a su chica, Rosa, tomar algo en su casa y hacia allá nos vamos
todos. Unas cervezas, unos pinchos y
muchas risas con Pardi, que estuvo
“sembrao”, pusieron la guinda a una jornada magnífica de deporte y convivencia
a la que prometimos volver para el próximo año, máxime cuando la inscripción es
gratuita, la organización excelente, la bolsa del corredor de primera
categoría, el agasajo excepcional y Juan Pablo seguirá teniendo su casa abierta
para nosotros. Ya por eso merecerá la pena.
Que grande eres campeón. Un fuerte abrazo y el año que viene te esperamos a tí, a las acopañantes, al pseudoInduraín y al fenomeno del "Pardi"!!!!
ResponderEliminarPor cierto, las fotos de la carrera ya están disponibles en http://www.subidahermanitos.com/
Un abrazo!!!
Gracias Juan Pablo, por tu acogida, por tu generosidad, por tu amistad y también por esa morcilla tan cojonuda que nos preparó tu Rosa, que tú, como un pachá, sentadazo y dando órdenes....;-)))
ResponderEliminar¡Enhorabuena campeón!
ResponderEliminarYa la liaste.... ahora te engancharas al monte. No se que tiene, pero se disfruta igual que se sufre, con esas subidas interminables, esas sendas de cabras, las bajaditas, las vistas ....
La carrera tiene una pinta muy buena y más con el remate gastronómico del final y encima ¡gratis!.
Intentaremos acudir el año que viene.
¡Que bien me lo paso con tus crónicas!
¡Vamos!
Un comentario animoso, si señor. Tienes razón en lo que dices, que se disfruta igual que se sufre. A ver cuando sufrimos una juntos, de esas de merienda. Lo mismo la Sanrocada. Y si no, cuando embotellemos el vino, que también es una etapa durilla...jeje
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno... ¡Jose, te ha picado el bicho!, je, je...
ResponderEliminarEsto del correr y la montaña, o el correr por la montaña, es un vicio... ¡Al tiempo!
Ya sabes dónde andamos; porque este invento te va a enganchar...
Y si el remate es como cuentas que se produjo en la carrera de Los Hermanitos, ya es para flipar y casi tocar el cielo...
Gracias por compartir tu experiencia a través de este estupendo post; me he reído a ratos leyendo tus palabras, y también he sufrido con esas cuestas... Ya te comentaré una frase que tenemos para estas ocasiones 'del día después...', je, je, es un poco soez para escribirla en tu genial bitácora...
Enhorabuena al trío peñarandino por vuestra particular carrera, enhorabuena a los organizadores por llevar a cabo una prueba de esta envergadura, ¡y gratis!, y que nos esperen para la próxima edición, je, je...
¡Vamos!