martes, 27 de noviembre de 2012

Cronica de Alba

La mañana en Alba amenazaba lluvia, los pronósticos la desmentían, pero cuando las nubes se empeñan no hay previsiones que valgan.  El domingo, sin embargo, acertaron los pronósticos. También hizo lo que pudo la temperatura, en torno a los 12 º y sin apenas viento, lo que propiciaba unas condiciones climáticas muy aceptables para correr, sobre todo a estas alturas de noviembre.  Yo en mi línea, con exceso de ropa. Ya me  lo dijo el gran Juan Bueno, el campeón macoterano que también se apuntó esta prueba en su palmarés: -¿Dónde vas tan abrigado?  Te vas a poner malo. Y yo creo que va a tener razón, porque llevaba dos camisetas, una de manga larga debajo y otra corta por encima, ambas empapadas de sudor al final de la carrera. Según Juan es mejor correr ligero de ropa y abrigarse al llegar. Esto también me lo ha dicho alguna vez Manolo Opel, nuestro buque insignia: Los corredores, al igual que los coches tienen que llevar buena refrigeración, si no se recalientan y se gripan. Les haré caso, que al fin y al cabo ellos llevan muchas carreras ganadas y saben de lo que hablan. Espero no “griparme“, pues hay veces que el aire frío del invierno te traspasa como un cuchillo y te hiela el sudor según te brota del cuerpo.



Si hay algo que agradezco en el trazado de las carreras, es que la parte final discurra por terreno favorable. La de Alba de Tormes cumplió esa condición, lo que pasa es que no hay anverso sin reverso, atajo sin trabajo, bajada sin subida. Habitualmente me suele sobrar el último kilómetro, pero en este caso me sobró el penúltimo. Menuda cuestecita la que sube desde el río hasta la parte alta de Alba. Como para cogerla a pecho. Si te cebas no hay cuesta que resulte cómoda, pero la de ayer nos dejó tocados a todos. El caso es que en la página web nos suavizaron el perfil, y lo que era una cosa en la realidad, parecía otra sobre el papel. Pero ya lo barruntábamos.  Por el contrario, no me gusta nada comenzar cuesta abajo. Si a la adrenalina de la salida, la sumas las ganas del comienzo, las fuerzas intactas, el dejarte llevar por el ritmo alegre del resto de corredores y además por la facilidad que te da un terreno  favorable, es muy posible que nos suceda que salgamos a mayor velocidad que la que podemos sostener y que acabemos pagándolo al final. Qué digo al final. Los problemas pueden comenzar mucho antes, y el de ayer era un recorrido engañoso, de los de no fiarse, de los que están pensados para hacer daño a las piernas, de esos que al menor descuido, te dejan sin aliento y aparcado en la cuneta. O si no que nos cuente Adri, que tuvo que parar a devolver bilis por tomarse la carrera demasiado a pecho desde la salida. 





Al principio, todos vamos bien, sobrados, con brío, alegres y cuesta abajo. Cuando corredores diesel, de los que comenzamos las carreras a 5 y pico, cubrimos los primeros kilómetros a 4 minutos, es que algo no anda bien. Por muy animoso que uno se encuentre. Tranquilidad. Hay que conocerse y saber lo que uno da de sí para afrontar cualquier carrera, no siendo que lo que ganes al comienzo, lo pierdas por duplicado al final, con el atraganto añadido de ver que los metros hasta la llegada se hacen interminables. Eso me queda claro, prefiero bajar el pistón y llegar entero al final que cruzar la meta uno o dos minutos antes en estado agónico. Ya he dicho en más ocasiones que mi meta deportiva en estas lides es llegar a las duchas antes de que se termine el agua caliente. Y ayer lo conseguí. Pero a lo que iba: Los problemas comenzaron en cuanto abandonamos el asfalto y nos adentramos por un camino resbaladizo y lleno de puchas. Al más puro estilo cross. Afortunadamente no era terreno de esos que te dejan el barro pegado a las zapatillas, tan solo de los que forman una capa de chocolate del que salpica las piernas,  te las deja llenas de cascarrias y te obliga a pisar con precaución para no pegar un resbalón. Con todo, lo peor del camino no fueron los barros, ni la distancia, ni las precauciones que hubo que tomar,  si no que picaba hacia arriba y te iba haciendo daño en las piernas y limándote las fuerzas, como el que no quiere la cosa.  Aunque lo peor estaba por llegar. La entrada en Alba por la carretera de Aldeaseca nos dejó maduritos. Por lo menos a mí, porque Bonilla, que no me abandonó en toda la carrera, iba sobrado, pero pendiente en todo momento de que no me descolgara demasiado. La cuesta del río la subió unos metros por delante, pero sin dejar de mirar atrás y de darme ánimos a los que yo respondía con una voz, -Ya llego, -Ya voy, o –Estoy aquí. Fue imprescindible esa ayuda para no aflojar el ritmo. En el alto pude ponerme a su altura, en honor a la verdad, gracias a que me esperó, y pudimos pegar aún un acelerón en la cuesta abajo, que nos sirvió para coger a Gabi, que había ido por delante de nosotros toda la carrera. 

Me gustó la entrada en la meta, a la que llegábamos atravesando un arco que da acceso a la plaza, pero más aún me gustó acabar. Qué alivio. Sobre todo en el tiempo que lo hicimos, a una media de 4’50”, lo que está muy bien para mi edad, mi condición y la dureza de la prueba. En esta ocasión se lo tengo que agradecer a Miguel Bonilla, animoso, fiel y buen compañero, que me fue marcando los ritmos y tratando de ajustar los suyos para llevarme hasta la meta en un tiempo impensable para mi. 

Esa es otra de las alegrías que te proporciona este deporte: la solidaridad, el compañerismo, la lealtad, el altruismo, la generosidad que derrochan muchas de las personas con las que tengo la suerte de coincidir. Es emocionante conocer gente así. Y ya lo que alcanza lo sublime es poder compartir con tus compañeros, mejor dicho amigos, que no se puede definir de otra manera a personas con las que me encuentro cada vez más cómodo, y con las que comparto afición, gustos, entrenamientos y buenos ratos, compartir decía, unas cervezas y unos pinchitos. Porque si bien es cierto que se sufre en el transcurso de la prueba, cuando el corazón se quiere salir del pecho, cuando las piernas te duelen, cuando la respiración no te alcanza, no lo es menos que una vez que has terminado, te has duchado, te has puesto ropa seca y te pides la primera cerveza ya acodado en la barra del bar mientras comentas con los compañeros los pormenores de la carrera, la satisfacción personal es inigualable. Compensa con creces los momentos de esfuerzo.  Aquí se para el tiempo. Una vez cruzada la meta el único ritmo que importa es el de acabar las consumiciones a la vez, para ir todos al mismo paso, que es una condición esencial en una ronda de vinos que pretenda llamarse tal. Buenos pinchos y abundantes en el bar de la plaza de Alba: calamares recién hechos, jetas calentitas y crujientes, huevos rotos, estos sí manifiestamente mejorables y un amplio surtido que no nos dio tiempo a saborear. Otra vez será.


Por allí me encontré a Floren, con el que me alegra coincidir y echar un parlao. También Juan Bueno, repartiendo almendras garrapiñadas y contándonos que en esta ocasión se había llevado una paletilla ibérica. Yo soy más de lomo. Por lo menos se parte mejor y no tiene hueso.  También fuimos llegando poco a poco todos los miembros del club para unirnos a Edu, que hizo una carrera memorable y que ya estaba tomando cervezas junto a Manolo hijo. A 3,50 “, el kilómetro, no las cervezas. Vaya máquinas. Carrerón de ambos. Es lo que tiene acabar de los primeros, que llegas antes al bar. También Adri, que entró un momento después que ellos por un problema que tuvo en la carrera, pero que bajó, no obstante, de los 4 minutos, al igual que Álvaro Hernández, que lleva una temporada extraordinaria. Este póker de ases son la punta de lanza del club y están pasando un buen momento. 

En el minuto 43 cruzó la meta Manuel padre, el campeón peñarandino que volvió a repetir triunfo en su categoría. Fantástico.  Antes de los 45, entró mi tocayo José Luis Martín, que tras bajar de la hora y media en la Behobia, nos ha confirmado su magnífico estado de forma. Bravo.   
Álvaro Bernal, que sigue en progresión,  en el  minuto 47, a 4,32. 





  

Después llegué yo en el 51, a 4,50 el kilómetro como dije y después Leila,  en el minuto 55, sacándose de las piernas una carrera de fábula. 


 

La próxima será la media maratón de Navalmoral. Allí trataremos de mejorar nuestros tiempos, el que pueda, o de acabar, que no es poco, el que ande peor. Lo que ya tenemos es ajustada la caldereta, o sea que sea cual sea el resultado de la carrera, no preocuparse, que lo importante está resuelto.

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